lunes, 1 de febrero de 2010

Lost In Translation


Soy bien fan de Bill Murray. Me acuerdo que, cuando era chiquito y visitaba la casa de mis tíos los fines de semana, siempre me ponía a ver Ghostbusters para pasar el rato. Las payasadas de su personaje me divertían mucho, en especial cuando trataba de imitar la voz de algún cabrón que le caía mal. Desde entonces, he tratado de ver todas las películas que encuentro en las que él forma parte del reparto. La última vez que lo vi fue en ese cameo tan chingón que tiene en Zombieland, película que fuimos a ver juntos todos los colaboradores de este blog, y está de más decir que otra vez me cagué de la risa al verlo.
Hace no mucho tiempo, me encontré la película Lost In Translation a la venta en un Sanborn’s, y como no la había visto todavía y estaba bien barata, me la compré y la vi en la comodidad de mi casa (que es también su casa). Es una película muy bonita y relajada, que trata de un actor que viaja a Japón para hacer un comercial de whisky o algo así. Durante su viaje, se encuentra con una chica americana recién casada, que está en Tokio porque su marido tiene que trabajar ahí sacando fotos. Como ella se la pasa todo el tiempo sola porque su güey está trabajando todo el día, decide salir a conocer la ciudad, y en uno de esos paseos, conoce al personaje de Bill. Después de eso hay una especie de historia de amor imposible (los dos están casados) y, al final, cada quien regresa con sus respectivas parejas, convencidos de que iniciar una relación entre ellos no tendría ningún pinche caso.
Durante mucho tiempo, LIT llamó mi atención, sobre todo porque no paraban de recomendármela; pero cada vez que intentaba verla o conseguirla, algo se me atravesaba, y terminaba quedándome con las ganas. Esa vez que por fin pude comprarla, llegué a mi casa y la vi con todas las expectativas del mundo sentadas a mi lado.
Quedé un poco decepcionado. Nomás un poquito.
Tengo que admitir que sí es una buena película, y que está bellamente dirigida; sin embargo, el guión es algo que nunca terminará de convencerme. ¿Por qué? Bueno, porque deja caer todo el peso emocional en las imágenes, y no en las palabras. ¿Y qué tiene eso de malo? Pues en realidad, nada, excepto que, para permitir que las acciones sean las que muevan las impresiones del espectador de una película, el director tiene que ser un híper-chingón, y definitivamente, Sofia Coppola no lo es.
Pero esperen, nunca dije que fuera mala. Es más, cuando terminé de ver la película, sentí un poco de envidia por la manera en que la Coppola había manejado la cámara, y mucho más por su habilidad para retratar la tragedia ésa que llamamos cotidianidad—y es que LIT trata completamente de las lamentables consecuencias que puede traer consigo la rutina.
Los dos personajes principales, Bob y Charlotte, intentan iniciar una aventurilla, aprovechando que sus respectivos cónyuges están muy lejos para enterarse, pero ninguno de los protagonistas es tan ojete como para traicionar a su pareja, así que todo el tiempo se la pasan haciéndose insinuaciones el uno al otro, sin permitir que la relación pase a mayores. La verdad es que no están enamorados; la verdad es que están solos, y esa compañía que se hacen es tan reconfortante para sus solitarios espíritus que llega a confundirlos, y los hace pensar en cómo sería una vida sin abandonos… aderezada con un poco de amor, para variar.
A güevo que sí recomiendo Lost In Translation. Es una película de mujeres (ojo, no para mujeres) que un cabrón puede disfrutar sin pedos, siempre y cuando se haga a la idea de que no va a haber putazos ni explosiones. Además, ningún hombre que se respete puede quejarse; después de todo, salen Scarlett Johansson y Bill Murray, y hay que estar muy pendejo para no darles la oportunidad a esos dos.

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